miércoles, 9 de julio de 2014

EL BAILE

Foto: Alberto Palacios

Probablemente haría bastante tiempo que no me sentaba a escribir. Normalmente, por trabajo, dedico más tiempo a pensar en escribir que a escribir. Y luego, claro, me cuesta volver a coger el ritmo. A veces, para no perder el pulso o simplemente para recuperarlo, me dedico a escribir pequeños cuentos entre obras de más larga gestación, a modo casi de entretenimiento (si bien es cierto que a veces estas pequeñas distracciones acaban tomando vida propia y creciendo, como me ocurrió con «Los turistas»).
Estaba intentando continuar sin demasiado éxito una novela, haciendo pausas cada vez más continuadas entre renglón en blanco y renglón en blanco. Abrí el Facebook (oh, pecado) y, llevando a cabo eso tan bonito que es procrastinar, apareció delante de mí una página que había enlazado mi amigo Miguel Cabezas. Se trataba de una web sobre curiosidades históricas; el titular en concreto hablaba de... una epidemia de baile.
Sobra decir que aquella mañana no fui capaz de escribir. Leí y releí varias veces el episodio que relataba aquella web. Principios del siglo XVI. Estrasburgo. Frau Troffea. Bailando. Todo el mundo bailando. No podía quitármelo de la cabeza. Así que tuve que arrancármelo de la única forma que sé: escribiendo.
No quería volver a relatar la plaga; ya estaba en los libros de historia. Quería contar (o inventar, nunca se sabe) lo que no se conocía: el porqué. Desde lo más pequeño, una inhóspita cabaña perdida entre las tierras de la Alsacia, hasta lo más grande y... antiguo.
Nunca había escrito hasta ese momento algo puramente de género. Tampoco es que lo hubiese evitado, al menos no conscientemente. Tal vez simplemente estuve esperando a la historia adecuada.
Me divertí tanto con este pequeño cuento pulp, que, sin siquiera haberlo acabado, ya estaba pensando en cómo continuarlo. El doctor, el extraño protagonista de «El baile», no tenía intención de marcharse. Ni el tiempo ni los demonios podrían convencerle para que se fuese. Es lo que ocurre con algunos personajes: se obstinan en seguir vivos más allá de sus historias. Y yo sólo puedo agradecérselo por ello.


Foto: Alberto Palacios

Es curioso cómo uno se divierte escribiendo sobre el terror. Pero es más curioso el terror que uno siente esperando a que lean lo que ha escrito. Yo estoy en ese momento. Espero que ese miedo pase a vosotros cuando comencéis la historia. Es a vosotros ahora a quienes os toca bailar.
Foto: Alberto Palacios